miércoles, 15 de julio de 2015

Continuamos.

Todo escritor sabe perfectamente lo difícil que es mantener la delgada línea entre realidad y ficción. Pero a veces y en este tipo de cosas la subjetividad y nuestro fiel reflejo son lo único que necesitamos para poder escribir y quizás lo único que nos queda. No debemos atarnos a ella pero aún así la rutina y nuestro día a día son piezas de música compuestas por grandes genios, nosotros quienes sostenemos un abanico de posibilidades casi imperceptible.

Esa remota rutina es construida con cada momento de nuestro día y una vez más he de recurrir a ella para expresar lo que siento. Parece mentira como se rompen tus esquemas de la noche a la mañana, como aquello que entendías por imprescindible y necesario un día desaparece dejando tras de sí una estela de incertidumbres, de no saber por qué se ha ido algo y qué vendrá a continuación.

Hace poco más de tres semanas mi mascota falleció y aunque lo leas y te rías me gustaría que te imaginaras a ti perdiendo algo que ha permanecido a tu lado trece años, que ha dejado de lado es calificativo "mascota" para otorgarse con todos los honores el de "compañera". Ella era algo que completaba mi rutina y como si se tratara de una comedia francesa de Moliere, era el humor ácido que nunca faltaba y mucho menos fallaba.

Supongo que aún después de faltarle su pieza más importante la rutina continua sin demora sin parar, como ese tren que nunca para haciendo que la vida se convierta en un constante carril sin parada alguna.